miércoles, 15 de abril de 2020

¿Puede un Amo ser tu amigo?


Hace ya muchos años, cerca de 20, en pleno auge de las salas de chat, el Messenger, las webcam y el IRC, y convertido en un chaval curioso y borracho de hormonas que empezaba a descubrir el mundo BDSM a través de una pantalla, conecté la cámara de mi ordenador con un chico “dominante”, un Amo – decía él -,  que había conocido en la red y que prometía ser mi mentor para enseñarme un maravilloso mundo de sumisión y obediencia. Seguí cuidadosamente todas sus indicaciones, desde la correcta iluminación de mi habitación, hasta el volumen de los altavoces, y el atuendo con el que me encontraría (vestido, pero en todo caso sin calzoncillos, ya que eso era una tremenda falta de respeto).

Durante los primeros segundos de la conversación temblaba como una hoja. Su voz sonaba grave, intensa, era autoritaria y firme, grave y profunda como la de un locutor radiofónico. El mero hecho de escucharle, de permitir que me viera y poder verle, me provocó una erección instantánea que mantuve hasta que, minutos más tarde, pude masturbarme antes de ir a dormir. En un momento determinado de una conversación que ahora recuerdo como más bien insulsa, miré a la cámara como queriendo mirarle a los ojos, y sonreí. Era mi forma, casi inconsciente, de decirle “estoy aquí, estoy bien, confío en ti”. Su reacción inmediata fue decirme que bajase la cabeza, que mirase siempre al suelo. “Está bien que sonrías, pero no debes mirarme con la cabeza alta”.

Desde aquel preciso momento, una de las cuestiones que más me han llamado la atención sobre las relaciones BDSM y su funcionamiento es la manera en la que se establece y mantiene el trato personal entre Amo y esclavo o sumiso. Conocer el protocolo y estar a su altura es una tarea mucho más complicada de lo que podría parecer, especialmente por la enorme diversidad de criterios que existen, y de las distintas formas de comportarse tanto de dominantes como de sumisos. Sin embargo, y a pesar de que me parece un tema importante que debe cuidarse en el desarrollo de la relación con tu Amo, puede terminar también por convertirse en un artificio que le quite autenticidad y verosimilitud a un encuentro o sesión. La sutil sensación de que uno está interpretando un papel convierte a veces la práctica BDSM en una sucesión de sesiones inconexas, incoherentes, con un principio y un final, guionizadas. Placenteras, no digo que no, pero vacías a medio plazo porque te devuelven una y otra vez al punto de partida, sin una evolución o aprendizaje. Si hay algo que he empezado a entender recientemente es que la sumisión tiene mucho que ver con el aprendizaje, el conocimiento de uno mismo, con explorarte y dejar que te exploren. Y ahí no caben artificios ni posturas, porque lo que no es, no es.

En mi no muy prolífica ni experimentada carrera como sumiso he tenido ocasión de encontrarme con diferentes perfiles de Amos, con gustos y necesidades diferentes y de lo más exóticas, pero casi siempre con un denominador común: la barrera, la distancia. Eso bloqueó durante años por completo mi capacidad de aprender nada de ninguno de ellos, porque al final de cada encuentro la vergüenza y la culpa me devolvían al instante al punto inicial.

Cuando consiguen convencerte de que eres menos, y te han anulado lo suficiente como para que interiorices tu inferioridad, y entiendas que eres un mierda fracasado que merece ser ninguneado y maltratado, tú mismo construyes la relación con el Amo de esa forma, bajo esas premisas. Y cuando el subidón del momento ha pasado y te devuelven de una patada  en el culo a tu realidad de cada día, no hay forma humana de sentir la más mínima sensación de dignidad, ni la más remota posibilidad de sentir ganas de repetir. Lo que te pide el cuerpo es olvidarlo deprisa, sacar de tu cabeza todos tus fantasmas antes de que acaben contigo, y cruzar los dedos para que el cuerpo no te pida repetir más adelante. Porque tú eres más que eso, y lo sabes, pero tus sentimientos chocan frontalmente con tu instinto de supervivencia, y no dejas de preguntarte por qué te permites a ti mismo verte en semejante situación. En ese contexto es imposible que interiorices nada, ni hacer el BDSM compatible con la vida sana y equilibrada que tu maltrecho sentido común te pide a gritos tener. Entonces lo apartas en un compartimento cerrado con llave, y solo permites abrir esa puerta de tarde en tarde, cuando la necesidad aprieta.

La primera vez que un Amo te trata bien te sientes hasta culpable. Porque estás convencido de que no lo mereces. Has aprendido que no es tu sitio, que no funcionan así las cosas. Me costaba mirarle a los ojos. ¿Cómo voy a atreverme? Toda mi vida había dado por bueno que un Amo tenía todo el derecho del mundo a maltratarme, y que desarrollar mi naturaleza como sumiso pasaba sí o sí por aceptar esa degradación permanente. ¿Quieres ser un buen sumiso? Aguanta.

¿Puede un Amo ser tu amigo? Tiene todo el sentido cuando experimentas un trato diferente con uno de verdad. Porque tu Amo sabe cosas de ti que puede que nadie más en el mundo sepa. Porque eres capaz de ponerte completamente en sus manos, totalmente expuesto, indefenso, vulnerable, y aún así, tranquilo y seguro. Porque te cuida, física y mentalmente, llevándote al límite cuando es necesario para luego traerte de vuelta sano y salvo. Es la forma más extrema de un amigo, uno que aceptas y que te acepta sin condiciones, sin juicios, sin secretos ni zonas oscuras, con todo lo que eres, incluso aquello que más te avergüenza, y que es capaz de convertir en un valor. Le esperas y deseas con impaciencia porque tiene la llave de espacios de tu cabeza donde nadie más se atrevería entrar, que domina con sorprendente habilidad y amuebla a su antojo para que los dos os sintáis igualmente cómodos.

Estoy en fase de aprendizaje, peleando todavía con viejas creencias, pero el futuro es prometedor. Día a día siento que se va forjando la base de una relación Amo-sumiso basada en la sinceridad, la confianza y el respeto. Quiero trabajar para superar prejuicios, y someterme física y mentalmente de todas las formas posibles, ponerme en sus manos y saltar al vacío sabiendo que Él es la mejor red posible. Quiero notar como se aprieta la cuerda, como poco a poco se cierran las salidas y no hay escapatoria. No quiero dar marcha atrás, no quiero volver a la oscuridad de un pasado en el que tengo que elegir entre ser persona o sumiso. Ahora ya no lo necesito, y el único camino posible es hacia adelante.



Nota: Este articulo ha sido escrito por el sumiso X. En principio me lo envió como reflexión personal, pero creo que es tan interesante, que merece la pena que lo comparta con vosotros. Espero que os guste.




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6 comentarios:

  1. Muy interesante. Me gustaría encontrar un Amo que hiciese sentirme así

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  2. Respuestas
    1. Si desde luego, por eso me animé a compartirla con vosotros.

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  3. Completamente de acuerdo, me he visto muy reflejado con el texto.
    Yo como sumiso no he tenido apenas experiencia, muy a mi pesar, porque nunca ha habido esa relación, algo que yo busco con tantas ganas: sentirme seguro y protegido tras haber entregado todo.
    Gracias por compartirlo, sienta bien saber que no soy el único que piensa así =)

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    1. No claro que no eres el único!, hay muchos más. Te deseo que tengas muchas mas experiencias.

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