viernes, 19 de junio de 2020

Relato "Confinado", segunda sesión (escrito por X) 1/2


No era la primera vez que hablábamos de la posibilidad de vernos en un día diferente al jueves, para intentar cuadrar mejor mis horarios y tener más opciones. Me daba la sensación de que no siempre sería igual de fácil conseguir hueco en su agenda, y la espera se me hacía eterna. Ya había empezado, y ahora ya no tenía dudas ni miedo al encuentro, así que quería cerrar fecha cuanto antes. Después de una semana complicada me confirmó finalmente que podíamos vernos un miércoles a mediodía. Iba advertido de que la sala no tenía el mismo aspecto, de que el entorno no era el mismo… Me daba igual. Me pareció incluso interesante ver si el efecto que tenía en mi era el mismo sin ningún adorno, si se podía crear ese “micromundo” en un escenario diferente, a priori más neutral y sin distracciones. 

Lo que hacen los adornos es eso, adornar. Y eso, entendido de la mejor manera posible, implica una predisposición, un contexto que explica lo que está pasando y te facilita una justificación que le da sentido. Curiosamente, descontextualizar un poco la situación le dio un enfoque distinto, ni mejor ni peor, pero con un extra muy interesante que me obligó a estar más en guardia, atento a los pequeños detalles, y a esforzarme más por romper tabúes y barreras y comportarme con una relativa naturalidad.

Llegué nervioso, tanto o más que la primera vez, y de nuevo esa sensación de “allá vamos” al aproximarme hacia su casa. Al decirme que esperase cerca de la puerta se me ocurrieron varias cosas, bien que habría algo que no me esperaba, algún tipo de juego previo, bien que había alguien aún con Él, o simplemente que no había llegado. Esperé con el móvil en la mano, paseando arriba y abajo, impaciente pero confiado. Después de un par de minutos, alguien en quien no había reparado estaba parado un poco más arriba, a unos metros, de pie, mirándome y sonriendo. Interpretaba su sonrisa como un “ahí estás, ahí te tengo”. Creo que disfrutaba de mi nerviosismo, del casi pueril temblor de mi cuerpo, de mi propia inexperiencia y de mi notable necesidad de su educación, protección y cuidado. Vestía ropa con print militar y botas. Definitivamente me gusta más el cuero, pero para mi sorpresa no reparé tanto en el atuendo; lo importante está debajo. Abrazo, saludo… Cuando te saluda lo hace “de verdad”; no solo te saluda, también te está dando la bienvenida a su espacio, te está dejando entrar en su parcela y quiere además que te pongas cómodo en ella.

El lugar parecía diferente, es cierto, la luz, los colores, el ambiente. Mi voz sonaba distinta también. Salía más débil, tímida, tu cabeza te dice que ahora no estás en una mazmorra para una sesión BDSM, sino en una casa, en la sala de estar de alguien… Ya no se trata de ser un esclavo o sumiso en una sesión preparada; ¿lo sigues siendo ahora, lo eres realmente? Esa pregunta me ronda durante buena parte de una conversación inicial, informal, distendida, en la que el Amo se comporta con total naturalidad mientras a mi me cuesta un poco encontrar mi sitio. Lo cierto es que, mis prejuicios y estereotipos aprendidos en el pasado me hacen difícil dirigirme a Él con normalidad, me cuesta acostumbrarme a esa cordialidad, que por otra parte agradezco enormemente, pero que me sigue descolocando. Dudo si debo quedarme de pie, si debo desnudarme o esperar a que me lo diga, si debo arrodillarme (“joder, como me gustaría ponerme a lamer esas botas…”). Estoy casi seguro de que Él valoraría positivamente cualquier impulso proactivo por mi parte, pero sigo torpe en mis reacciones y temeroso en mis movimientos, probablemente en un exceso de prudencia que tendré que moldear con el tiempo, y con su ayuda, seguro. Se que simplemente me tengo que dejar guiar por él. 

Hoy iba a probar algo nuevo, que probablemente le habría comentado en algún momento (“cuidado con lo que le cuentas, no se le escapa nada aunque Él diga que tiene que apuntarlo”), y que nuevamente desmonta alguno de mis esquemas. Veo en el suelo lo que parece ser un saco, y empieza a sacar correas y a preparar lo que parece va a ser un confinamiento diferente. El saco es negro, de tela, parece resistente, y tiene un único cierre con cremallera que va de pies a cabeza. Me tumbo en el suelo, dentro del saco, y empieza a cerrarlo. Antes de cerrarlo por completo me sujeta las muñecas con unas muñequeras de cuero unidas por un mosquetón. Más adelante pensaré que me habría gustado tener aún menos libertad de movimiento, con las manos a la espalda o atadas a ambos lados sin poder juntarlas. Aunque atadas con las muñequeras, tengo bastante movilidad, incluso podría masturbarme (puede que un cepo no hubiese estado de más). Comienza a colocar las correas alrededor, a diferentes alturas, y las va apretando hasta tenerme completamente encerrado en su interior. El Amo lamenta no tener acceso a polla o pezones, ya que el saco no tiene aberturas. Sin embargo, la sensación de indefensión es buena. “¿Estás agobiado?”, me pregunta. Pocas veces he estado más tranquilo en mi vida. La pérdida de control me produce un extraño estado de paz mental. Llega un momento en el que dependes completamente de la persona que te tiene en sus manos, y eso implica que no tienes nada que pensar o decidir, ya lo hacen por ti. Da igual que quieras levantarte, moverte, hacer o no hacer… van a decidirlo por ti, te guste o no. Además, si estás en manos de la persona adecuada, con la certeza de que no va a pasarte nada malo, o en todo caso, que si pasa, no estarás solo, y que Él te va a cuidar. 

Tenerle sobre mi, besarle en esa posición, con su cuerpo encima, sentir sus pies sobre el mio, en
definitiva, estar bajo sus pies tanto física como mentalmente. ¿Agobiado? Lo único que me agobia es tener que salir de aquí. Pasan por mi cabeza muchas ideas, me voy calentando por minutos y a medida que crece la excitación todos los límites, las barreras mentales, van cayendo como naipes en un castillo cuando se abre una ventana y hay corriente. Me retuerzo boca abajo buscando sus botas, y empiezo a lamerlas. Saco bien la lengua, quiero que la vea, quiero que sepa que me estoy esforzando, que lo hago sin timidez, y porque realmente entiendo que estoy en mi sitio, donde quiero estar, donde debo estar. La boca es la parte de mi cuerpo más expuesta en ese momento, y desearía que la utilizara de todas las formas posibles. Ya he probado su rabo, ahora me gustaría poder comerle el culo, huevos… me encantaría pedirle que probase a escupir en mi boca, pero todavía no me atrevo. Me pone cerdo la idea, pero no sé si debo pedirlo, y no sé si estaría dispuesto. ¿Está bien que proponga yo esas cosas? Deberíamos hablar de esto…

Pasa el tiempo, hace algo de calor pero no quiero que me suelte todavía. Merece la pena la sudada, y lo que haga falta. Oigo como busca algo en otra habitación, y estoy seguro de que se le ha ocurrido algo para aumentar la intensidad de la situación. Cubre mis ojos con un antifaz (“mmm necesito hacerme con una máscara”), y se pone algo de ropa. “Bueno, un besito ¿no?”. Coge llaves, chaqueta… ¡se va! Otra fantasía de toda la vida en vivo y en directo. El Amo dejándote atado o encerrado, sin saber a donde va, cuando va a volver, y con la certeza de que te encontrará exactamente en el mismo sitio al volver. Eres su prisionero ahora, y ni siquiera estás en un primer plano, no hay una escena activa, no hay más acción que la del tiempo pasando sin que puedas hacer otra cosa que esperar por Él. No sé exactamente cuanto tiempo pasó, puede que unos 10 minutos, tal vez 15. Al principio me quedé quieto, respirando, esperando, pensando en lo mucho que me había costado llegar hasta allí, y lo mucho que tenía todavía por aprender. Luego empecé a forcejear, quería probar si realmente estaba o no indefenso. Pensé de hecho en lo decepcionante que sería conseguirlo. Busqué con la mano el final de la cremallera para ver si podía bajarla. No lo conseguí. Me revolví hasta cansarme, y luego me rendí de nuevo y seguí esperando, quiero, tranquilo, en paz. 

Por un momento la excitación hizo volar otra vez mi imaginación y mis fantasías más extremas, y pensé de nuevo en tener las manos a la espalda, tal vez encadenado, o dentro de la jaula, amordazado, o con algún tipo de “extra” físico castigándome sutilmente… un plug, algo no muy doloroso pero molesto… Todo llegará, estoy seguro.

Ahi estaba yo, metido en el saco, en medio de la oscuridad, solo, confinado y feliz... 



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