Me convocó a las 23.00. Yo antes de las 21.00 no podía (por trabajo), por lo que me sentí muy agradecido de que me convocara tan tarde.
Cuando se abrió la puerta, vi una maravilla de la genética vestida de cuero con una camisa de manga corta negra, unos pantalones que claramente escondían un gran tesoro lleno de néctar blanco y amarillo y unas botas que de verlas casi me tiro a lamerlas sin más. Detrás, una estancia decorada con telas rojas, una luz de tonalidad cálida como el atardecer y una fila de látigos que me inspiro miedo y deseo de probar.
Estoy muy cortado, no sé como actuar: no quiero que se ofenda. Jaime se ríe, me abraza. Esos gestos despejan los miedos que suelo tener (pues llevo menos de un año adentrándome en el BDSM). Me dice que me desnude, solo me dejo los calcetines y los calzoncillos.
Me ordena sentarme en el suelo y él se sienta en la silla. Consecuencia de estar por debajo suya y él vestido y yo desnudo, se me levanta de golpe. Hecho que obviamente Jaime observa y sonrie, una sonrisa que me desarma.
Me pregunta por mis gustos, mis límites, mis experiencias,etc… me invita a preguntarle y contarle lo que me preocupa. En definitiva, siento que desnudo mi mente para él; y me quita mis preocupaciones y resuelve mis dudas con el mundo y las relaciones BDSM pues soy nuevo en el BDSM. En un momento le pregunto si le puedo hacer una pregunta personal… me dice tanjantemente que no y se va a orinar al baño. Me siento incómodo porque creo haber molestado a Jaime, temía haberle molestado sin haber empezado... No pude evitar ver a través de la puerta como meaba y sentí una gran envidia del retrete en ese momento (y mirad que salvo con un chico no soy capaz de tragar grandes cantidades). Al volver me dice ¨ya puedes hacerme esa pregunta personal¨.
Me ordena levantarme e instintivamente me pongo recto con las manos atrás como un colegial o un soldado; una actitud que le hace gracia a la par que parece no desagradarle. Me examina, empieza a sobarme todo el cuerpo. Cuando me muerde el pecho, me disculpo por no depilarme ¨no lo hagas, me encanta tu pelo¨, me dice.
Tras un buen repaso a mi cuerpo donde acaba apreciando mi espalda lampiña y el culo de puto que tengo, va a un maletín y saca un objeto. Sabía que nunca había probado el electro y que me daba mucho miedo. Empezó con un violet wand. Estaba muy asustado e intentaba no mostrarlo… no sin mucho éxito creo yo. Al principio dolía, pero la cara de disfrute de Jaime y el rayo violeta me hipnotizaron… hasta tal punto que aumentó la potencia y me dolía menos. Luego probó un aparato que soltaba chispas al juntarse los dos cables del extremo… Volví a tener miedo cuando lo acercó a mis testículos. Ahí si grité y Jaime se rió. Luego en el resto del cuerpo no dolía tanto, pero más que el anterior.
Ya a partir de aquí no recuerdo con exactitud el orden de los acontecimientos… estaba ya unicamente pendiente de lo que sentía y sobre todo de Jaime.
Me dice que quiere probar una cosa nueva conmigo: un sling de tela roja que acababa de montar. Siempre he querido que me follaran en un sling de cuero… la idea de uno de tela roja al estilo japonés me puso verdaderamente excitado. Tras tumbarme en el sling, me ató de brazos y pies a las telas. Estaba totalmente inmovil, completamente a su merced. Desapareció de mi campo visual, y de repente tenía su polla en el fondo de mi garganta. Estuvo así un tiempo, acabe babeando como el perro que soy.
Me pone de pie y me ata los brazos al techo, para que no pueda protegerme de lo siguiente que me
esperaba: los látigos. Nunca antes me habían azotado. Aunque tengo algo de aguante para el dolor, quería ver donde estaba mi límite e intentar superarlo… por el placer del alfa al que sirva (ya sea por capricho o por castigo). Cogió un látigo de tiras bastante suave. Empezó suave, por la espalda, los muslos… sube de intensidad… el costado, el brazo… ay! Me azotó los testiculos y me sacudo, como si una corriente electrica me despertara de mi letargo; pues no esperaba para nada que me azotara ahí. Sigue azotándome con más fuerza, ya le informo que me duele mucho; pero sigue, quiere llevarme al límite y yo también quiero que lo haga. Luego cambia de látigo, uno similar pero las tiras eran más ásperas y duras. Se nota la mayor dureza de las tiras… me hace contar cada abrazo del látigo con mi cuerpo (que pena que no tenga foto de este momento). Decide pasar a los huevos y prácticamente alcanza mi límite, visible por los espasmos, el grito de dolor al seguir contando y la débil súplica (pues quería demostrar que podía con más) de que parara. Finalmente, me dio a elegir un látigo para azotarme… elegí uno de trenzas, que creo es más duro. Con este, hubo un punto que yo estaba contando los azotes en un sito, paró y comenzó en otro; y en lugar de reiniciar la cuenta, seguí contando… error mío pues parecía que quería tener menos azotes; lo cual Jaime castigó con 10 latigazos fuertes.
Se sienta y me dá una de las órdenes que llevo esperando toda la noche: ¨limpiame bien las botas¨. Unas maravillosas botas negras que brillan con el paso de mi lengua. Una puta maravilla de botas en los pies de Jaime. No podía parar de lamerlas y de ver la cara de satisfacción que tenía. Se las dejé impolutas, aunque en verdad ya lo estaban… deseé que estuvieran más sucias o que tuviera algún lapo para limpiar de verdad
Me ordena tumbarme boca arriba para usarme de felpudo… mmmm que bien se siente uno bajo sus pies. Se subió sobre mi abdomen y desde ahí fue pisando mi pecho, luego mi cara (donde además me abofeteó con el pie) y finalmente los testículos y el pene… Que placer sentirme literalmente bajo sus pies, que placer la fuerza con que lo hacía: la justa para disfrutar y estar incómodo.
Lo siguiente fue tumbarme boca abajo. Me ata las manos a unas argollas en la pared a ras de suelo… y creo que los pies también (estoy tan salido que ya no me acuerdo de todo). Sé que hizo muchas cosas, pero estaba tan fuera de mí que ahora mismo me cuesta recordarlo… solo recuerdo que estaba ardiendo de deseo y que cada centímetro de mi piel necesitaba de su contacto. Llegó un punto que estaba tumbado encima mía, y estaba tan caliente que le supliqué algo que no suelo hacer ni pedir la primera vez: le suplique que me penetrara, como fuera, pero que entrara dentro de mí. En un momento dado, Jaime me concedió mi deseo: me la metió entera de golpe (o lo que yo creia que era su rabo). Para mi vergüenza, no pude aceptar tanta generosidad de golpe, y casi lloro no tanto por el dolor sino por la vergüenza de no dilatar apropiadamente por mi cuenta. Pero Jaime, lejos de irse o de burlarse o de echarme la bronca y castigarme; se quedó tumbado encima mía, hablando conmigo mientras me hacía un masaje perianal para que remitiera el dolor. No sé cuantas veces le pedí perdón… seguramente demasiadas… Cuando se me pasó el dolor, sin darme cuenta, empecé a notar que algo entraba en mí poco a poco… pensé que sería varios dedos suyos . Le dí las gracias pues normalmente todo suele terminar ahí pues el dominante pierde la líbido y yo me quedo dolorido y avergonzado en el sitio. Cuando ya empiezo a sentir embestidas más profundas y a notar sus movimientos, es cuando caigo en la cuenta de que me había estado metiendo un dildo incorporado a un arnes. Justo en ese momento comenzó mi climax. Aunque no le veo, sé que sonrió cuando me dí cuenta… y ya no me dolía nada, solo quería que siguiéramos así. El gozo de tenerle dentro, después de mi vergüenza fue como un premio del que estoy enormemente agradecido y orgulloso. Tras un buen rato follándome boca abajo, me libero de las cadenas sin dejar de follarme para cambiarme de posturas. Finalmente se corrió en mi cuerpo y yo después de él.
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La verdad es que seguro que me faltan muchos detalles porque consiguió que abandonara mi parte lógica y racional (muy fuerte en mí) para dejarme llevar por las sensaciones y el placer de darle placer y descubrirme a mi mismo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Dominus Jaime
Bueno eso es lo interesante, que te abandones en mis manos ;-)
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